Las comunidades rurales con las que trabajamos presentan una baja formación agrícola. Esto repercute en la producción y dificulta la introducción de nuevos tipos y métodos de cultivo. Una formación práctica es clave para la inclusión de alimentos y para la mejora tecnológica que perseguimos. La formación abarca:
-
Prácticas agrícolas: manejo de los nuevos cultivos, rotación, riego, etc.
-
Gestión de recursos agrícolas: conservación de semillas, inversión y financiación, etc.
-
Nutrición: la importancia de una dieta equilibrada, especialmente en niños y adolescentes.
Si conseguimos que la población comprenda la necesidad de incorporar nuevos nutrientes a su alimentación, la modernización y diversificación de los cultivos será mucho más sencilla.
El aprendizaje es siempre recíproco, ya que también los formadores recopilan el conocimiento de los agricultores y lo integran en el plan formativo. Además, las redes de contacto que se crean entre agricultores y formadores permiten resolver dudas o problemas en los periodos en los que no se está impartiendo formación.